arbol.jpgSe acabó. Mi paciencia está agotada. Bautizado católico en 1982, implicado varios años en un grupo juvenil de mi parroquia suiza en la cual seguí todo el catecismo hasta la religiosa confirmación, involucrado como director de un mensual interno durante varios años, me he ido distanciando poco a poco de la santa institución a medida que conocí los múltiples atentados sexuales perpetrados por curas y obispos en contra de la integridad y dignidad de demasiados menores. Y la actitud política extremista de la Iglesia católica española, rancia y ultraconservadora, egoísta e irrespetuosa hacia la voluntad ciudadana, no ha facilitado una mejora de mi relación personal con la Iglesia. Si bien es cierto que el comportamiento de la Iglesia católica española no tiene comparación con su homóloga suiza, oportunamente respetuosa y moderada, es evidente que lejos de propiciar una reconciliación, ha fomentado mi potente distanciamiento de la Iglesia católica en general.

Daré la razón a Gaspar Llamazares (IU), que manifestó hace unos días «cría obispos, que te sacarán los ojos«. Y anuncio que a partir de hoy, militaré y fomentaré la militancia en el seno de mi partido, el PSOE, para que las espléndidas subvenciones proporcionadas desde el Estado a la Iglesia católica española vayan disminuyendo hasta su desaparición. Así son las cosas, señores obispos: lo habéis querido vosotros. A fuerza de pisotear sus alrededores, el árbol pierde hojas.

«¿Qué haría el Estado Vaticano si los políticos españoles convocáramos en la Plaza de San Pedro una marcha en pro del pluralismo moral y de matrimonios diversos y si, además, hiciéramos una conexión directa con el presidente del Gobierno español para que nos aleccionara a todos sobre las virtudes de las leyes españolas?», preguntó Llamazares, en alusión al acto «por la familia» organizado por el cardenal Rouco Varela hace unos días en Madrid.

La Iglesia católica española tiene el pésimo gusto de colocarse como defensora de la familia cuando la actualidad está cargada de horripilantes ejemplos en los que se da a conocer que predicadores de la santa palabra han violado como salvajes a los que resultan ser hijos de la familia que tanto dicen defender. Siento que mis palabras tengan que ser tan duras, pero no me molestaré en declarar que esta violadora de la familia que es la Iglesia católica, se la está metiendo por el trasero a numerosos españoles y pretende incrementar sus victimas. Yo no seré de ellas.

Por ello, he tomado una decisión que quiero hacer pública: mientras no cambie la Iglesia católica española su repugnante orientación de odio hacia el Gobierno democrático y el progreso ciudadano impulsado por voluntad de las urnas, no pisaré suelo de una iglesia española ni asistiré a ninguna misa. Y realizo desde aquí un llamamiento a la blogosfera democrática para difundir una tal manifestación de protesta hacia una institución eclesiástica que a muchos nos ha defraudado.