«Cuando se acuerda una cosa y se es serio, se mantiene la posición», dijo Rajoy, ayer en París. Evidentemente el presidente del Gobierno no se refería a su programa electoral, con el que hizo exactamente lo contrario. Hablaba de la unión bancaria acordada en junio en la UE y que ahora algunos estados encabezados por Alemania no quieren aplicar.

En este contexto, casi le salió perfecta la gestión de los tiempos al ministro Wert cuando anunció, ayer, su intención de españolizar a Cataluña y adoctrinar así a los alumnos. La posterior y lógica aluvión de críticas ha tapado casi por completo la mala noticia de hoy, probablemente relacionada con la de la unión bancaria europea: la agencia Standard and Poor’s rebaja la nota a España, lo cual ayudará a agravar nuestro caso.

Las polémicas identitarias, que encienden a la gente, sirven para tensar y movilizar al electorado. Lo hace Rajoy en España a través de las paridas de Wert, como lo hace Más en Cataluña a través del cómodo resurgir del debate independentista, que ha dinamitado la preocupación de los catalanes por los duros recortes aprobados por CiU. Así hace la derecha (tanto PP como CiU) para ocultar a la perfección su falta de respuesta ante la crisis económica. Son las viejas recetas del maestro Aznar para desviar la atención de lo esencial. Por suerte, evitaremos la peor, ya que las cajas del Estado no están hoy por hoy para gasto en una guerra como la de Irak.

Ha sido volver la derecha al gobierno para que, en menos de un año, se vuelva a montar esa tensión territorial tan útil en presencia de asuntos mayores que los gobernantes no saben solucionar. Es curioso que haya sido précisamente Rajoy el que reprochara hace uno tiempo a Zapatero de crear problemas y no ocuparse de las preocupaciones reales de la gente.