Miércoles de la semana pasada, los Reyes acudieron a Valladolid para inaugurar la nueva sede de las Cortes regionales. Destacaron la «modernidad» y el «dinamismo» de Castilla y León. Bueno, bueno. Vale. ¿Cómo expresarlo? Vamos a ver… Yo le tengo mucho respeto y aprecio a SS.MM. los Reyes. No quiero pensar que hayan querido alabar gratuitamente una gestión regional catastrófica. Alguien les habrá indicado que convenía destacar esto y esto. Y ellos cumplieron, sin más. Ocurre que aquí, las calidades citadas («modernidad» y «dinamismo») parece que se referían a Castilla y León, cuando en realidad no es así. Lo explico. Quiero imaginar que cuando destacaron esa «modernidad», se referían a la nueva sede parlamentaria regional que inauguraban ese día. En cuanto al «dinamismo», sería el de los dirigentes regionales del PP, que habrían trabajado a contrarreloj en las horas previas a la llegada de los Reyes para que las calles de la capital regional estuvieran al menos decentes en el recorrido de los vehículos oficiales.

La realidad es que mi tan querida tierra está perdida, Castilla y León está hecha una pena. Hay pueblos que aún no ofrecen agua potable a todos sus vecinos. La red telefónica es de la edad de piedra (intenta pedir el ADSL en un pueblo, ya verás la carcajada del técnico). Y en las ventanillas de la administración pública regional, excesivamente burocratizada, te reciben cuando ya no te quedan fuerzas para quejarte. Por favor, señores del PP, no le mientan así al Rey… Al menos tengan una actitud sincera. Díganle que nunca se interesaron por el destino de su región, que lo único que les interesaba era ocupar cargos, tener coche oficial, levantarse por la mañana pensando en las ordenes que iban a dar en el despacho y en el restaurante que iban a reservar para el almuerzo.

Menos mal, los reyes pudieron ver que entre el público que vino a saludarle había gente que se desplazó hasta Valladolid para reclamar el nuevo hospital de Benavente, esa infraestructura vital que el presidente regional del PP prometió en su campaña de 2003 a los electores de la segunda ciudad zamorana. Los manifestantes fueron a ver al Rey porque no quieren morirse por desatención sanitaria en comarcas del norte separadas del patético hospital zamorano Virgen de la Concha por 100 kilómetros de malas carreteras.