Me molestaron, últimamente, las críticas a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. Las obras, nunca nos gustan, pero sabemos que son necesarias. De no haber obras, no se mejorarían las infraestructuras y acabaríamos con una red de transportes obsoleta y peligrosa: trenes lentos en comparación con otros países, saturación en autovías, accidentes debidos a falta de mantenimiento (como ocurrió en algún metro municipal valenciano). De no haber obras, nos quejaríamos de su falta y de lo que implicaría esta carencia. Y cuando las hay, nos quejamos por los inconvenientes que plantean.

La ministra hace bien en defender sus principales logros en curso: impulsó y asumió las consecuencias del reto de pasar de 1000 a 10.000 kilómetros de Alta velocidad en 15 años, multiplicar por 2 los kilómetros de autovía y multiplicar por 8 las pistas de aeropuertos. Es un trabajo complejo y cruel del punto de vista del reconocimiento inmediato. Diré algo, que debe quedar bien claro: el que no hace nada, el que no se mueve y no se moja, tranquilo está, lejos de la crítica, ya que nadie se entera de él. El que actúa, arriesga y se implica, se coloca inevitablemente en el foco de atención y carga con la crítica más injusta. Si lo sabré yo. Así que Magdalena, estoy contigo y te agradezco tus esfuerzos. Es cierto, estás transformando España. Adelante.