«Hay que ser buena gente, pero sobretodo gente buena». Eso nos decías con convicción, Carme, en las reuniones en las que preparábamos tu candidatura del 2012 a la Secretaría General del PSOE. Entonces se perdió una gran oportunidad con una de las mejores políticas que tuvo este país. Compartíamos ideas, compromiso y también dudas. Eras cercana y muy inteligente. En el partido has sabido prestar consideración a quienes desde la tercera fila no estábamos acostumbrados en recibirla, por muy nobles que fueran nuestras batallas. Andando por la calle en Ginebra, me decías que vivías cada día como un regalo, a sabiendas de que tu corazón al revés te podía frenar de repente. Y así te nos has ido, sin avisar.

Ayer, volviendo de tu semanita americana dando clases en Miami, sacabas una foto del cielo volando sobre el océano rumbo Madrid: tenías ganas de casa, ganas de mar y muchas ganas de ver a tu hijo Miquel, en el que pienso hoy. Nunca te olvidaremos, Carme. Se me hace imposible decirte adiós, querida amiga. Anochece y va a ser duro para nosotros, pero nos queda la inmensidad de tu ejemplo, de tu valía y de tu amistad a prueba de corazón.